Nuestro rincón

martes, 17 de noviembre de 2015

La Sombra

Resulta que el otro día en lengua tuvimos que hacer un cuento, el que queramos. Se me dio por hacer algo medio tétrico, y el profesor me dijo que lo pase a la computadora, por lo que aprovecho para dejarlo aquí.
--------------------------------------------------------------------------------
Me desperté solo. Lo único perceptible en el ambiente era el incesante silencio que se cernía sobre la habitación. Entorné los ojos, pero aún así era imposible percatarse de algo en la oscuridad. El pánico comenzó a tomar posesión de mi cuerpo; el sonido rítmico de mi corazón al palpitar sólo lograba impacientarme más.
Atiné a levantarme, pero me encontraba demasiado desorientado tendido sobre la putrefacta superficie de la cama como para ponerme de pie. Al cabo de unos minutos, logré estabilizarme. La cabeza me daba vueltas y el sudor corría sobre mi frente en gélidas gotas.
Me acerqué a lo que parecía un pequeño halo de luz tan fino como una aguja. Acuclillado, pude discernir que era una cerradura. Extendí mis manos y palpé lo que parecía ser una puerta carente de picaporte. Traté de forzarla, pero no cedió, y desplomado sobre el suelo, cerré los ojos del cansancio y caí dormido en un sueño aún más oscuro que las propias sombras que me rodeaban.
Abrí los ojos, sobresaltado. El desconcierto se apoderaba de mí. Ahora me encontraba en un pasillo que no parecía tener fin. El lugar estaba vacío, la humedad corroía las paredes mientras luces lanzaban chispas y se apagaban repentinamente. Mis músculos se tensaron.
Creí vislumbrar algo moverse, como una deforme sobra desplazándose por los escombros. Sacudí la cabeza, me encontraba aun más transpirado, se me erizaron los pelos.
Comencé a correr sin mirar atrás, buscando una salida. Había puertas a los costados, puertas sin picaporte, puertas que no podían ser abiertas, pero el simple hecho de desconocer lo que había detrás de ellas causaba un temor indescriptible.
Tropecé con un muro que se había caído. La sangre brotaba de las heridas, y al rato se secaba junto al sudor en una sustancia viscosa.
No notaba si alucinaba, si todo se trataba de un sueño, por más real que luciera, pero vi a la sombra, y esta vez iba tras mí.
Di todos mis esfuerzos para escaparme, sentía una punzada al costado del abdomen, y comenzaba a quedarme sin aire.
Por las pocas veces que miré hacia atrás, pude distinguir a la figura como una manta negra con lo que parecían ser cuatro extremidades moviéndose con velocidad.
Era imposible advertir en qué lugar me encontraba, pero no aparentaba llegar a ninguna parte por más que corriese en un intento de sobrevivir. Ya era tarde, y en el momento que me planteaba dejar de luchar y dejar en manos del destino lo que ocurriera, percibí un brillo metálico sobre una cara de madera. Sólo tendí a acercarme lo más posible al final del pasillo, con mis últimas esperanzas aferradas a mis sangrientas manos, que intentaban alcanzar el picaporte que lleve a quién sabe dónde, pero no era tiempo de preocuparse sobre aquello.
El tiempo transcurría lentamente, la “cosa” estaba cada vez más cerca. No me detuve en ningún momento, como si por el mínimo detenimiento o vacilación todo iba a acabar.
Estaba por rozar el metal. El contacto fue frío, como si nadie lo hubiese tocado durante siglos, abandonado en aquel inhóspito sitio.
Abrí la puerta, sin siquiera detenerme a pensar, sin siquiera dar un mínimo vistazo a lo que se hallaba en el interior…
Y me lancé a la oscuridad, y la oscuridad me recibió en sus lúgubres brazos. 

4 comentarios:

  1. ¡Ooooh, qué guay! ¡Me ha gustado, Juan! Y ahora yo tengo ganas de escribir algo. >.<

    ResponderBorrar
  2. Wooow es un muy buen texto!!! Estoy segura de que yo no escribía ni la mitad de bien a tu edad x'D Me ha gustado mucho leerlo, sigue así! ^^

    ResponderBorrar